PINTURA
El siglo XVI supone en el ámbito de la pintura la conquista plena del clasicismo. La plenitud viene de la mano del talento universal de Leonardo Da Vinci, Rafael y Miguel Ángel
Leonardo da Vinci (1452-1519): Gran Humanista. Fue pintor, matemático, ingeniero, arquitecto, fabricante de armas, naturalista, inventor de una máquina de volar... pero él proclama que la pintura es el arte supremo. De su magnífica obra (Bautismo de Cristo, Anunciación, Última Cena, Gioconda, Santa Ana, la Virgen y el Niño..) destacan diversos elementos: el empleo del «sfumato» que es la difuminación de contornos y la atmósfera vaporosa que envuelve a sus cuadros, un nuevo planteamiento de la representación de la luz y de la sombra y por último su particular interpretación de la pintura, escasamente real, por eso es un pintor mental, no le interesa la pintura como simple fotografía, todo en él respira lirismo, representando escenas en un mundo fantástico, rocas entremezclándose con el follaje, lagos oscuros, en una palabra paisajes atormentados y pasionales.
En la Virgen de las rocas une una estructura piramidal en su composición que pervivirá en el manierismo, así como gracias al sfumato el contrasto del color, el claroscuro algo que se ve en los rostros y cuerpos claros, junto con los ropajes oscuros.El cuadro está lleno de lirismo, mostrándonos un mundo fantástico, con un paisaje atormentado y pasional.
La Gioconda es uno de sus principales cuadros y supone un hito en la Historia de la Pintura. Ésta presenta la expresión dulce y la sonrisa suave típica de Leonardo, el «sfumato» presta volumen y aire enigmático al retrato de Monna Lissa o Gioconda.
Rafael Sanzio (1483-1520)
Hombre enfermizo, vivió pocos años (37 años). Su estilo es una unión del difuminado de Leonardo con el dramatismo de Miguel Ángel. Aportó a la pintura profundidad y amplitud del espacio en que se mueven las figuras de sus grandes cuadros. Es el pintor de las Madonnas, retratos y grandes frescos de las estancias vaticanas.
La Madonna del Granduca es una de las que Rafael dedica a este tema que se presta a la pose, la expresión y la representación de los afectos y que él conseguirá fijar para siempre. La clave del tema tiene su complejidad: madre e hijo son humanos y, sin embargo, divinos. Rafael fija un canon de perfección basado en dos aspectos: la sencillez y la ternura. El eje de la mirada es significativo: la criatura mira al espectador mientras que su madre baja los ojos. El volumen de suaves modelados hace de los personajes una presencia casi total en el plano de representación y funde con los claroscuros de los contornos las formas con el fondo oscuro. Entre 1508 y 1510 Rafael es llamado a Roma para pintar las estancias papales de Julio II donde realizará al fresco las pinturas de uno de los aposentos, la Estancia de la Signatura.
Escuela de Atenas, la escena tiene lugar bajo una construcción que sirve a los efectos plásticos para establecer la perspectiva geométrica que encuentra entre los personajes centrales su punto de fuga. En el centro Platón (un retrato de Leonardo) con su Timeo en la mano eleva hacia el cielo el dedo y preside el lado del pensamiento abstracto; a su lado Aristóteles sostiene su Ética y extiende hacia delante la mano y el brazo representando el conocimiento más próximo. Junto a ellos una serie de filósofos, matemáticos, físicos se entremezclan, pasado y presente se juntan.
Miguel Ángel (1475-1561)
En 1508, Miguel Ángel pinta el techo de la Capilla Síxtina por encargo del Papa Julio II. En 1536, el Papa Paulo I le encarga el muro del altar de la capilla, donde el pintor representará el Juicio Final. Si se compara los desnudos de esta obra con los de obras anteriores, llama la atención que las figuras aparecen retorcidas, sin el equilibrio y la perfección de antaño, la pintura deja entrever su estado de ánimo, la inseguridad que se ha apoderado de él, su desacuerdo con el mundo que le rodea y, concretamente con la Iglesia. Miguel Ángel
está a mitad de camino entre el clasicismo y el manierismo.
La temática es el acuerdo platónico: el alma, liberada del cuerpo, vuelve a Dios. En
las lunetas se representan los antepasados de Cristo desde Abraham; las bovedillas se dedican a las familias hebreas a la espera del Mesías; entre las bovedillas, los tronos de las Sibilas y los Profetas y, en el centro, la Historia del Génesis en diversas escenas (Expulsión del Paraíso, Nacimiento de Adán, Diluvio..). Técnicamente se trata de un fresco con retoques de temple en el que destaca la fuerza del dibujo con la característica tensión miguelangelesca: formas abiertas, dilatadas, robustas, que tienen como referente el desnudo clásico.
Después de 20 años Miguel Ángel acomete la decoración del fresco mural de la pared del fondo de la Capilla. Aquí vamos a encontrar otra concepción, un espíritu anticlásico a favor de la expresividad de los condenados. Se trata del Juicio Final (1536-1541).
La primera novedad es que el espacio no se fragmenta a través de simulada arquitectura: es un espacio sin definir. En ambas lunetas superiores, grupos de ángeles llevan los instrumentos de la Pasión; el centro, en la parte superior, está ocupado por el mundo celestial que gira alrededor de la figura de Cristo juez. Debajo, a la izquierda, están los que suben al cielo mientras a la derecha los condenados se precipitan hacia el infierno. En el centro un grupo de ángeles resucita a los muertos.
En la parte inferior, a la izquierda del espectador, la resurrección de los muertos; a la derecha, los condenados en la barca de Carente.
El tema encaja con la profunda crisis espiritual del artista después del fracaso de la ideología humanista, del saqueo de Roma y de la destrucción del mito de la inmunidad de la Ciudad Santa: el motivo centrales el drama de la humanidad cuando se aleja de Dios y se sumerge en el pecado teniendo como expectativa el momento del Juicio en el que todo es ya inapelable.
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