miércoles, 16 de febrero de 2011

La escultura Barroca

ESCULTURA BARROCA ITALIANA
CARACTERÍSTICAS
Igual que en la segunda mitad del siglo XVI con la imitación de Miguel Angel, la escultura barroca gira en torno a un gran artista: Juan Lorenzo Bernini, cuya influencia se extiende hasta el último tercio del siglo XVIII. En la escultura barrora se rompe el equilibrio miguelangelesco entre la masa y el movimiento en beneficio de éste. La premisa dinámica de la obra dee Miguel Ángel se acentúa de tal forma que las figuras evaden los límites arquitectónicos, extendiéndose en el espacio con gestos teatrales y ampulosos.
No obstante, la escultura barroca se subordina a la arquitectura, buscándose el efecto pintoresco del conjunto. La escultura monumental está concebida para un lugar determinado, y estrechamente relacionada con éste; contribuye a animar la estática arquitectónica, con su movilidad de planos y efectismo en las actitudes y ropajes. Estos se agitan con los consiguientes efectos lumínicos, a lo que contribuye la arquitectura, con sus vanos, y las actitudes teatrales y movidas de las figuras, que suelen evitar la frontalidad. El movimiento se capta en un momento transitorio, haciéndose más inmediata e impetuosa la expresión del contenido psicológico. Se tiende al naturalismo y se tiene especial predilección por la representación del éxtasis místico en la escultura religiosa. En las estatuas ecuestres se prefiere la representación del caballo con las patas delanteras en alto.

BERNINI
La escultura barroca en Italia se inicia en el último tercio del siglo XVI, teniendo sus últimas manifestaciones a fines del segundo tercio del siglo XVIII. Roma es el centro de la escultura barroca. En ésta el escultor más representativo de la escultura barroca italiana es el napolitano JUAN LORENZO BERNINI (1598-1680). Bernini presenta las actividades polifacéticas de los grandes genios—escultor, arquitecto, pintor y decorador—; comienza su obra como escultor colaborando con su padre (Rapto de Proserpina), que le inicia en la práctica de la escultura, mientras estudia los modelos de arte helenístico. En sus obras juveniles inicia ya la tendencia al movimiento, como en el David (1619), representado en el momento de lanzar la honda, con un gesto enérgico y viril. De  1621 es el exquisito grupo de Apolo y Dafne, captado en el momento en que Dafne se convierte en laurel al contacto de los trazos de Apolo. A su época juvenil también pertenecen la estatua de Santa Bibiana, en la iglesia de la Santa en Roma, con profundos efectos lumínicos en los ropajes.

De 1638 es la colosal estatua de San Longino, en el crucero de la Basílica de. San Pedro de Roma, obra típicamente barroca por su gesto teatral con los brazos abiertos, rompiendo toda relación con las formas arquitectónicas, y por los agitadísimos ropajes con que se envuelve. Ocho años más tarde ejecuta su obra maestra y una de las obras capitales de la escultura, El éxtasis de Santa Teresa, en la Capilla Cornaro de Santa-María-della-Vittoria, de Roma, en la que sigue al pie de la letra la descripción de los místicos arrebatos de la Santa, en los que se sentía desfallecer de dolor o placer, por el ardiente dardo que el ángel le clavaba en el corazón.

ESCULTURA BARROCA EN ESPAÑA

CARACTERÍSTICAS
En el siglo XVII la imaginería española adquiere universal prestigio. Su característica fundamental es la policromía sobre madera, que mediante la encarnación y el estofado se presta a los maravillosos efectos, en los que se aúnan conjuntamente el esplendor y el sentimiento religioso. Esto se traduce en las numerosísimas imágenes y retablos que inundan las iglesias y conventos. Estas imágenes se llenan de realismo que se refleja en el naturalismo en gestos y actitudes, huyendo de la expresión idealizada de los clásicos. Son esculturas de tipo popular—retablos e imágenes para iglesias y conventos, imágenes para pasos de Semana Santa—, en las que la expresión se concentra en los rostros, en las miradas, acentuadas a veces en su realismo, mediante la colocación de ojos y lágrimas de cristal. Envueltas las imágenes en ricas vestiduras, se llega a reducir la talla a cabezas y brazos, pues el resto del cuerpo ha de cubrirse con los amplios mantos procesionales.
Los focos regionales se encuentran en el siglo XVII en Castilla y Andalucía y, en el siuglo XVIII), en Murcia.
CASTILLA

La gran figura, casi única, de la escultura barroca del siglo XVII en Castilla es GREGORIO FERNÁNDEZ (1576-1636), nacido en Galicia y establecido en Valladolid en 1605, donde permanece, salvo breves viajes a Madrid, hasta su muerte. Respecto a su formación, nada se sabe con certeza; cuando lo encontramos establecido en Valladolid ya es un artista completamente formado. Se supone que su maestro fue Francisco de Rincón; pero estilísticamente se relaciona más estrechamente con Juan de Juni, por su perfección en el modelado, las actitudes dramáticas y algún que otro detalle iconográfico. Su diferencia esencial con la contemporánea escuela andaluza estriba en el dramático realismo de sus representaciones, sin soslayar la nota trágica, y en contraste, los rasgos caricaturescos y ridiculizantes de los sayones, en las sacras representaciones de la Pasión. Son característicos los plegados angulosos, casi metálicos, de los paños.
Su primera obra conocida es el Cristo yacente de El Pardo, con las características típicas del desnudo naturalista exquisitamente modelado,  cabeza suavemente inclinada hacia la derecha, con la boca y párpados entreabiertos, acentuando la nota trágica mediante la colocación de lágrimas y ojos de cristal. Relacionada con este tema se encuentra una de sus más difundidas y felices creaciones, la Piedad, de la que es ejemplo admirable la del Museo de Valladolid.
ANDALUCÍA

JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS  (1568-1649) es el escultor más representativo de la escuela sevillana del siglo XVII. Nació en Alcalá la Real, hijo de un bordador. Martínez Montañés es un remanso de paz en medio de las trágicas representaciones de la escultura vallisoletana contemporánea. Es clásico en las ordenadas composiciones, en el rítmico equilibrio de las figuras, que se apoyan en una pier¬na con la gracia y el encanto de las mejores esculturas del arte clásico. La corrección, el equilibrio, la belleza son las características generales del estilo de Montañés, que huye de lo desorbitado, del movimiento exagerado, del trágico patetismo. Por eso en sus temas iconográficos, casi exclusivamente religiosos, son los niños sus creaciones preferidas, o figuras como la Inmaculada, presentada con las manos juntas, descansando el cuerpo sobre la pierna derecha, recogiéndose el manto, que cae en grandes y quebrarlos pliegues, y con la mirada dirigida tímidamente hacia el suelo. Pero, no obstante. es profundamente barroco en tanto en cuanto se atiene a la realidad, y así en su obra maestra, el Cristo de la clemencia alcanza un hondo dramatismo.
Es ALONSO CANO (1601-1667) el principal representante de la escuela granadina. Su actividad no se limita al campo de la escultura, sino que es, al mismo tiempo, arquitecto y pintor.
Su formación sevillana le relaciona con la obra de Montañés, como se muestra en el retablo de Santa María de Lebrija (1628-1638), en cuya hierática imagen central, la Virgen con el Niño, se advierten ya algunas de sus peculiares características, tales como la de inclinar la cabeza a la derecha, el manto caído, dejando descubierto el hombro, cruzando en diagonal, el apuntamiento hacia los pies, y la superficie ondulada de los paños, que ha de sustituir a los quebrados plegados de Montañés. En Granada ejecuta sus mejores y más características obras, entre las que se encuentra la pequeña Inmaculada de la catedral, una de las mejores creaciones de la escultura española, se trata de una Virgen casi niña, de composición oval, recogida, un modelo que también emplea en su obra pictórica.

En Murcia, tenemos el escultor más importante del siglo XVIII, FRANCISCO SALZILLO (1707-1783), que nace en Murcia en 1707, hijo del escultor napolitano Vicente Nicolás Salzillo. Educado en el taller de su padre, la temprana muerte de éste le obliga a abandonar su voca¬ción religiosa v atender a las necesidades de la numerosa familia. En el taller de su padre, con la eficaz colaboración de sus hermanos, atiende al gran número de encargos que se le hacen.
En su numerosa obra es frecuente distinguir tres etapas. En la primera, que se extiende desde la muerte del padre hasta el año de su casamiento (1746), sigue las tendencias iniciadas en la obra del padre, y a la que corresponden las imágenes del Convento de Santo Domingo y el grupo de las Angustias de la parroquia de San Bartolomé, la obra maes¬tra de este período. Es a la segunda etapa (1746-1765) a la que corresponden sus obras más personales y mejores, constituidas fundamentalmente por la serie de imágenes para los pasos de la Semana Santa, entre los que se distinguen La Caída (1752), el de la Oración del Huerto, La Cena, El Prendimiento y las imágenes procesionales de la Verónica, San Juan y la Dolorosa. A partir de 1765 la participación del taller es mayor, como se advierte en el Paso de los Azotes, de 1777. También sobresale en la ejecución de pequeñas figurillas para los Nacimientos, entonces tan en boga, y del que es el mejor ejemplar el Belén del Museo Provincial de Murcia, compuesto por cerca de un millar de pequeñas figuras.

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