miércoles, 16 de febrero de 2011

Velázquez (1559-1660)

Nace en Sevilla, en el seno de una famlia de emigrados portugueses. Su formación de pintor se inicia en el taller de Francisco Pacheco, su futuro suegro. Es nombrado pintor de la Corte de Felipe IV siendo aún joven. Este hecho le permitirá estudiar las grandes colecciones reales de pintura y financiarse dos viajes a Italia, cuna del Barroco, donde completará su formación. Recibe gtran influencia de Rubens a quien acompaña en su viaje a Madrid.

Velázquez es un pintor naturalista y realista, pero su realism no es trágico y espectacular, como es frecuente en el Barroco, sino sereno y ponderado. Sus cuadros son maravillosas instantáneas casi fotográficas. Estudia cuidadosamente sus composiciones aprendiendo de los maestros renacentistas como Rafael.
Su principal preocupación en la pintura es la luz. Se inicia en el Tenebrismo donde pinta la luz incidiendo en los objetos, pero evoluciona descubriendo la perspectiva aérea al pintar el espacio interpuesto entre los objetos.
El colorido también evoluciona de colores opacos y oscuros a otros más claros y plateados por in influencia de los pintores venecianos.
En la obra de Velázquez pueden considerase tres etapas principales: anterior a su pri¬mer viaje a Italia, el período, comprendido entre sus dos viajes a Italia y el correspondiente a la última etapa, después del regreso da su último viaje. A su primer período corresponda su obra juvenil, los bodegones y cuadros de género, como la Vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla, la Adoración de los Reyes y Cristo en casa de Marta, entre otras, en los que se señala ya una de las características fundamentales de su pintura, la copia fiel del natural, el realismo. En estas primeras obras  se siente influido por el «tenebrismo», haciendo que las figuras destaquen fuertemente iluminadas, aunque sin llegar a los fondos tan obscuros como Ribalta o Ribera. A raíz de la estancia de Rubens en Madrid ejecuta su primer cuadro mitológico, el Triunfo de Baco, vulgarmente conocido por “Los Borrachos”. El éxito obtenido en este primer cuadro mitológico le indujo  a ejecutar La fragua de Vulcano, que trajo a su regreso de Italia.
Corresponde a esta segunda etapa la serie de retratos de personajes de la Corte: los retratos ecuestres de Felipe IV, del Conde-Duque de Olivares y del Príncipe Baltasar Carlos, los re¬tratos de caza de Felipe IV y de Don Fernando de Austria; los retratos de bufones  (El niño de Vallecas, el bobo de Coria, etc.), y obras como La Rendición de Breda.
Son las obras que ejecuta después de 1650 las que cimentan Ia reputación de Velázquez, colocándole a la cabeza de los pintores europeos contemporáneos. En Italia ejecutó el retrato del Papa Inocencio X. La Venus mirándose en el espejo, uno de los escasísimos desnudos de la pintura española. De Italia trajo dos deliciosos cuadriles representando paisajes de la Villa Médicis, en los que genialmente están planteados y resueltos los problemas de la pintura impresionista del siglo XIX. Pero las dos obras maestras de este período, culminación de la obra de Velázquez, son Las Hilanderas y Las Meninas, en los que por la exacta valoración del medio ambiente resuelve Velázquez los problemas de la perspectiva aérea, especialmente en Las Meninas.




Para conocer vida y obra de Velázquez

Aquí podéis ver un comentario de las Meninas
velazquez
La rendición de Breda


Las hilanderas
En este cuadro la luz y la atmósfera constituyen una de sus grandes aportaciones a la pintura universal. Es la obra de más vaporosidad y etérea concepción.
El tema: Siempre se había considerado el lienzo como una exaltación del trabajo. Los realistas del siglo XIX enaltecieron a Velázquez porque vieron en las Hilanderas una escena de taller. Efectivamente, una escena de taller es lo que pinta, pero no es eso lo que representa el cuadro, sino un asunto mitológico: la contienda de Palas y Aracne, pero como en los demás cuadros mitológicos, Velázquez adaptó la escena al siglo XVII.
En este cuadro se conjuntan dos escenas. En el fondo se erigía el momento en que Palas levanta el brazo para castigar a Aracne, condenándola a convertirse en araña. Aracne pregonaba ser mejor tejedora que Palas, y ésta, para humillarla, convoca un concurso. Aracne tiene la audacia de representar los vicios de los dioses; precisamente en el fondo se advierte el tema del rapto de Europa. Eso determina la fulminante decisión de Palas. Hay problemas de identificación, como las mujeres que contemplan la escena, que pudieran ser las testigos de la contienda.
La ambientación de este término posterior, desde luego, está inspirada en el teatro, y hasta parece un escenario. En el primer término se contempla un taller de hilados; aquí desaparece la fábula, para adentrarnos en la realidad. Así era el concepto barroco de Velázquez: alambicar el tema, pero dejando resortes que le sujetan a la realidad del tiempo.





Retrato ecuestre del Condeduque de Olivares
El retrato ecuestre del Conde-Duque trata de un ostentoso retrato del valido de Felipe IV, Don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares. Era el hijo del segundo conde de Olivares nacido en Roma (6 de enero de 1587).
El Conde-Duque protegió a Velázquez a quién llamó a Madrid; pero, en su declive político, no arrastró a su protegido, ya que tenía la estimación del Rey.
Su retrato ecuestre corresponde al momento de apogeo de su poder omnipotente. Nos revela la fuerte personalidad del valido y su poderosa voluntad.
El Conde-Duque está pintado con la misma fluidez que los retratos de Felipe IV, pero con menor luminosidad. Aparece montado sobre un caballo bayo, de perfil, y mirando al frente, como si se alejase de nosotros en una postura totalmente escorzada. Hay en la figura un ímpetu barroco en la actitud briosa y petulante de caballo y jinete. Parece que se dirigen al campo de batalla, que se adivina al fondo. No fue hombre de armas Olivares, pero como primer ministro, era considerado como el artífice de los éxitos militares de la monarquía. Además, entre sus cargos, tenía el mando sobre la caballería.
Don Gaspar lleva armadura negra recamada en oro, sobre la que destaca la banda carmesí de general, a la vez que sostiene en la mano derecha un bastón o bengala que simboliza el mando militar. La cabeza de Olivares está intensamente marcada y representa en el cuadro el punto de mayor luminosidad; lleva un sombrero de tres picos que refuerza su carácter decidido en el mando. Los rasgos del rostro son definidos de modo incisivo.
El ritmo de la composición se consigue con enérgicas diagonales -caballo, espada, bastón, humo, pendiente- relacionados con la figura de Olivares…El corcel aparece en la barroca posición de corveta. Olivares se equipará con el Rey en un retrato de majestad, obligando al caballo a alzar las manos en posición de corveta. Tiene formas robustas y redondeadas el caballo. La gualdrapa del animal parece rica y pesada. En la parte inferior del corcel, al fondo, la caballería y soldados luchan en la contienda entre el polvo, el humo, el estruendo... para llegar al esplendor de la victoria.
Hay que tener en cuenta el fondo del paisaje, interpretado con una gama de verdes y grises, tan característicos de la producción velazqueña. En el horizonte se podría decir que pintan el cielo y tierra en su infinitud; y ello sin discordancia ambiental, en una íntima fusión. Todo aparece cohesionado en el mismo ambiente emotivo y pictórico. El cielo se ha oscurecido con un humo gris azulado que se eleva de una ciudad en llamas.

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