Velázquez es un pintor naturalista y realista, pero su realism no es trágico y espectacular, como es frecuente en el Barroco, sino sereno y ponderado. Sus cuadros son maravillosas instantáneas casi fotográficas. Estudia cuidadosamente sus composiciones aprendiendo de los maestros renacentistas como Rafael.
Su principal preocupación en la pintura es la luz. Se inicia en el Tenebrismo donde pinta la luz incidiendo en los objetos, pero evoluciona descubriendo la perspectiva aérea al pintar el espacio interpuesto entre los objetos.
El colorido también evoluciona de colores opacos y oscuros a otros más claros y plateados por in influencia de los pintores venecianos.
En la obra de Velázquez pueden considerase tres etapas principales: anterior a su pri¬mer viaje a Italia, el período, comprendido entre sus dos viajes a Italia y el correspondiente a la última etapa, después del regreso da su último viaje. A su primer período corresponda su obra juvenil, los bodegones y cuadros de género, como la Vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla, la Adoración de los Reyes y Cristo en casa de Marta, entre otras, en los que se señala ya una de las características fundamentales de su pintura, la copia fiel del natural, el realismo. En estas primeras obras se siente influido por el «tenebrismo», haciendo que las figuras destaquen fuertemente iluminadas, aunque sin llegar a los fondos tan obscuros como Ribalta o Ribera. A raíz de la estancia de Rubens en Madrid ejecuta su primer cuadro mitológico, el Triunfo de Baco, vulgarmente conocido por “Los Borrachos”. El éxito obtenido en este primer cuadro mitológico le indujo a ejecutar La fragua de Vulcano, que trajo a su regreso de Italia.
Corresponde a esta segunda etapa la serie de retratos de personajes de la Corte: los retratos ecuestres de Felipe IV, del Conde-Duque de Olivares y del Príncipe Baltasar Carlos, los re¬tratos de caza de Felipe IV y de Don Fernando de Austria; los retratos de bufones (El niño de Vallecas, el bobo de Coria, etc.), y obras como La Rendición de Breda.
Son las obras que ejecuta después de 1650 las que cimentan Ia reputación de Velázquez, colocándole a la cabeza de los pintores europeos contemporáneos. En Italia ejecutó el retrato del Papa Inocencio X. La Venus mirándose en el espejo, uno de los escasísimos desnudos de la pintura española. De Italia trajo dos deliciosos cuadriles representando paisajes de la Villa Médicis, en los que genialmente están planteados y resueltos los problemas de la pintura impresionista del siglo XIX. Pero las dos obras maestras de este período, culminación de la obra de Velázquez, son Las Hilanderas y Las Meninas, en los que por la exacta valoración del medio ambiente resuelve Velázquez los problemas de la perspectiva aérea, especialmente en Las Meninas.
Para conocer vida y obra de Velázquez
Aquí podéis ver un comentario de las Meninas
velazquez
La rendición de Breda
Las hilanderas
En este cuadro la luz y la atmósfera constituyen una de sus grandes aportaciones a la pintura universal. Es la obra de más vaporosidad y etérea concepción.
El tema: Siempre se había considerado el lienzo como una exaltación del trabajo. Los realistas del siglo XIX enaltecieron a Velázquez porque vieron en las Hilanderas una escena de taller. Efectivamente, una escena de taller es lo que pinta, pero no es eso lo que representa el cuadro, sino un asunto mitológico: la contienda de Palas y Aracne, pero como en los demás cuadros mitológicos, Velázquez adaptó la escena al siglo XVII.
En este cuadro se conjuntan dos escenas. En el fondo se erigía el momento en que Palas levanta el brazo para castigar a Aracne, condenándola a convertirse en araña. Aracne pregonaba ser mejor tejedora que Palas, y ésta, para humillarla, convoca un concurso. Aracne tiene la audacia de representar los vicios de los dioses; precisamente en el fondo se advierte el tema del rapto de Europa. Eso determina la fulminante decisión de Palas. Hay problemas de identificación, como las mujeres que contemplan la escena, que pudieran ser las testigos de la contienda.
La ambientación de este término posterior, desde luego, está inspirada en el teatro, y hasta parece un escenario. En el primer término se contempla un taller de hilados; aquí desaparece la fábula, para adentrarnos en la realidad. Así era el concepto barroco de Velázquez: alambicar el tema, pero dejando resortes que le sujetan a la realidad del tiempo.
Retrato ecuestre del Condeduque de Olivares
El retrato ecuestre del Conde-Duque trata de un ostentoso retrato del valido de Felipe IV, Don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares. Era el hijo del segundo conde de Olivares nacido en Roma (6 de enero de 1587).
Don Gaspar lleva armadura negra recamada en oro, sobre la que destaca la banda carmesí de general, a la vez que sostiene en la mano derecha un bastón o bengala que simboliza el mando militar. La cabeza de Olivares está intensamente marcada y representa en el cuadro el punto de mayor luminosidad; lleva un sombrero de tres picos que refuerza su carácter decidido en el mando. Los rasgos del rostro son definidos de modo incisivo.
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