CARACTERÍSTICAS
Los orígenes de la escultura románica no están bien dilucidados, pues tras la ruina del Imperio romano de Occidente la escultura monumental desaparece prácticamente. Es posible hablar aún de talleres simultáneos que, por influencias bizantinas de los talleres de eboraria y metalistería principalmente, crean en el siglo XI la escultura románica monumental, que ya en el último tercio del siglo se nos presenta con características bien diferenciada que señalarán las diversas escuelas dentro de la unidad del arte románico. La concepción simbólica de las representaciones prerrománicas, que excluye, las más de las veces, la representación de la figura humana, es sustituida por una plástica que es totalmente dominada por la figura humana o que se funda en sus semejanzas.
La primera escultura románica muestra ser copia de obras de marfil, metal, telas, etc.; es un arte de frisos, en el que las figuras se hallan encuadradas por un marco rectangular, sin función alguna arquitectónica, que se coloca indistintamente en fachadas o ábsides. Su carácter es esencialmente contrario a la regla fundamental de la escultura románica, cuyo momento clásico la alcanza en el siglo XII, que está concebida para un lugar y definida por un marco arquitectónico. El escultor románico somete las figuras a las exigencias de la función arquitectónica y a un fin decorativo. El marco arquitectónico no se limita a encuadrar las formas, sino que, hasta cierto punto, las engendra. Así las figuras se ajustarán, deformándose, a la forma cúbica del capitel, al semicírculo del tímpano o a las alargadas formas de las jambas. Para ello el escultor románico no halla impedimento en variar los cánones o en imprimir movimiento a las figuras.
En el románico de última época la escultura se caracteriza por su profusión, su riqueza en movimiento y ropajes, con múltiples plegados; 3e olvida, incluso, la función arquitectónica y se buscan efectos pintorescos o anecdóticos, finalizando con la reacción purista, directamente inspirada en la naturaleza, del gótico del siglo XIII.
ICONOGRAFÍA
El arte románico es esencialmente monacal. En los templos toda su ornamentación responde a una idea, tiene una determinada significación simbólica. Domina en él una preocupación escatológica. La escultura habla al fiel indocto, en su lenguaje plástico, de los peligros del mundo, de las eternas luchas del Bien con el Mal, y, en especial, del Juicio Final, cuya visión apocalíptica se representa en el tímpano de la portada principal del templo.
Asimismo, el mismo carácter simbólico domina en las representaciones de figuras exentas. Cristo se representa rígidamente clavado en la Cruz, con los ojos muy abiertos, con un mayestático hieratismo impresionante. La Virgen, desprovista de todo naturalismo, es el trono de la Divinidad: ambos, Madre e Hijo, representados en una rígida frontalidad.
DISPOSICIÓN:
Los mejores ejemplares de la escultura románica se sitúan en dos puntos del monasterio.. En las portadas, donde a las jambas se adosan apóstoles y profetas, vemos en el límpano la visión apocalíptica del Pantocrator, rodeado por los cuatro símbolos de los Evangelistas (el Tetramorfos), y en las arquivoltas la1 representación de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis; que es sustituida, a veces, por la visión del Juicio Final.
Pero, no obstante, es en los pequeños claustros románicos donde la escultura de este período nos ofrece sus mejores ejemplares. Allí en los capiteles de las columnas y a veces en relieves colocados en los machones angulares, nos ofrece el escultor románico las mejores piezas de su arte, y en donde la colaboración con el monje teólogo es más manifiesta.
Claustro y Paramento de Santo Domingo de Silos
Este monasterio benedictino, ha pasado numerosas vicisitudes a lo largo de una historia que en su configuración actual se remonta a mediados del siglo XI, cuando fue levantado prácticamente ex novo por el abad Domingo, un monje riojano a quien tras su canonización acabaría consagrado el cenobio. Aquel conjunto primitivo ha sufrido diversas modificaciones, no así el claustro, que se conserva aproximadamente en su estado originario.
Es prácticamente seguro que toda la obra se realizó en momentos diferentes y que en ella intervinieron al menos dos distintos maestros, quienes acusan influencias variadas, entre las que pueden contarse las de origen francés y las de procedencia oriental. De todo el conjunto son especialmente destacables los ocho relieves que figuran en las cuatro esquinas de las pandas del claustro que parecen haberse realizado en dos fases, una a fines del siglo XI y la otra probablemente en la primera mitad del siglo XII.
Al primer maestro corresponden los relieves labrados en las dos caras interiores de tres de las esquinas: de la Ascensión y Pentecostés, del descendimiento de la cruz y el sepulcro de Cristo y de los discípulos de Emaús y la duda de Santo Tomás. Llaman poderosamente la atención en estas escenas lo esbelto de las figuras, la suavidad del relieve y una cierta sensación de movimiento que se ha puesto en relación con obras semejantes de la escultura románica francesa. Por lo demás, podemos ver en estas obras cómo fue evolucionando la práctica del artista, porque las que realizó en un primer momento resultan ser más geométricas que las últimas, que reflejan un mayor naturalismo.
En el ángulo restante, el segundo maestro labró en época posterior los relieves de la Anunciación y del árbol de Jesé, que narra la genealogía de Cristo. Ahora el estilo empleado es el propio del tardorrománico y las formas comienzan ya a anunciar la llegada de los nuevos tiempos del gótico.
Pórtico de Moissac (tímpano)
La escultura románica se desarrolla principalmente en los espacios que le proporciona la arquitectura, de la que será su principal soporte ornamental y a la que se adapta de forma estricta, un lugar de ellos se encuentra en las portadas de las iglesias románicas, en las que se imponen las normas que definen el estilo: adaptación formal al marco arquitectónico; contenido religioso; soluciones plásticas características, tendentes al expresionismo muy poco naturalista; y distribución de las imágenes de forma abigarrada que hemos dado en llamar en horror al vacío.
Dentro de ellas cabe distribuir tres zonas: El Tímpano, donde se localizan habitualmente las representaciones más importantes: Cristo en Majestad y los cuatro Tetramorfos (San Mateo-Hombre; Marcos- León; Lucas-Buey; San Juan-Águila.); Los veinticuatro ancianos (Símbolo de la virtud de los hombres premiada con larga vida. Se representan los 12 apóstoles más los 12 patriarcas de Jerusalén); El tema de la Ascensión; El Juicio Final; El Cordero apocalíptico (según el Apocalipsis, el cordero es el símblo de la inocencia y victima habitual de sacrificios, por lo que se convierte en un perfecto símbolo de Cristo); o el Crismón Trinitario, síntesis del misterio de la Santísima Trinidad, y formado por una rueda en la que se inscriben las letras griegas X y P, inicales de Iesus Xristos.
En las arquivoltas suelen situarse los veinticuatro ancianos; temas del bestiario románico, o temas historiados; escenas del Antiguo y Nuevo testamento, o simple decoración vegetal o geométrica. En Jambas y Capiteles, también temas historiados del Antiguo testamento (veterotestamentarias); vidas del Santo al que está dedicado el templo, etc. (1168-88)
El Pórtico de la Gloria es una construcción basada en tres arcos, siendo mayor el central. Su iconografía se basa en el Apocalipsis de San Juan. En el tímpano del gran arco central aparece Cristo en majestad rodeado del Tetramorfos además de una serie de ángeles con los instrumentos de la pasión: la columna, la Cruz, la corona de espinas, los cuatro clavos y la lanza; un pergamino (sentencia de Pilatos) y una jarra (lavatorio de manos) , y por último una caña, esponja y un pergamino en que probablemente se leyó la inscripción INRI.
Rodeando a los Evangelistas aparece una multitud de personajes de menor tamaño que representan a las 12 tribus de Israel y la turba celeste.
Por encima, en una de las arquivoltas aparecen los 24 ancianos con instrumentos musicales como e indica en el Apocalipsis. Son éstas figuras de gran realismo y movilidad. Incluso, los ancianos músicos hacen escorzos con sus cabezas para poder mirarse. El realismo de los instrumentos ha permitido su reconstrucción actual para intentar reproducir lo más fielmente los sonidos de la música de la época.
El gran tímpano central antes descrito está sostenido por un parteluz. Arranca como columna de mármol con el árbol de Jesé (genealogía de Cristo) desde Adán hasta María y por último la Santísima Trinidad.
La columna central del pórtico sostiene de forma llamativa la estatua sedente del Apóstol Santiago, como patrono, acogiendo a los peregrinos.
La pequeña estatua de la parte posterior del parteluz se ha asociado siempre al Maestro Mateo arrodillado mirando hacia el interior del templo. En gallego se conoce esta estatua: "Santo dos Croques" por la costumbre de chocar las cabezas de los estudiantes.
Los dos arcos laterales, actualmente sin tímpano, aunque se cree que pudo tenerlos, llevan figuras con las escenas del Paraíso, Adán y Eva y el cautiverio de d las tribus de Israel y en el otro escenas del Juicio Final con expresivas imágenes del infierno
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